El presidente Nixon era alcoholico y homosexual

Hay escritores que opinan mucho y no siempre con solvencia. Ser un buen escritor no garantiza la sabiduría ni el conocimiento de las cosas, porque la solvencia viene de otros manantiales no necesariamente contiguos a la literatura. 

Tenemos excelentes escritores en Andalucía que además opinan con rigor: Aquilino Duque, Vaz de Soto, Julio Manuel de la Rosa, Francisco Bejarano..., por citar sólo algunos novelistas y poetas de ahora que ya eran reconocidos en la época de la Transición. Opinan informados desde su obra literaria y, en ocasiones, directamente en artículos de prensa. 

Pero también encontramos por doquier otras figuras de muy distinta condición: publicar bellos poemas no significa que quien los escribe tenga ideas presentables sobre la marcha del mundo. Cuando se hace buena literatura y se carece de datos y reflexión suficientes, las opiniones a la ligera pueden provocar desafecto entre los lectores serios. Con frecuencia, en una sociedad politizada como la española, ni siquiera hay literatura, únicamente panfletos militantes encuadernados.

Tengo un amigo, magnífica persona, que gusta presentarse como hombre de derechas, pero solidario de verdad, dedicado horas y horas sin alardes televisivos al trabajo con los marginados, culto lector y cristiano abierto; también gusta de repetir que el problema de la derecha sociológica andaluza es no leer un solo libro en todo el año. 

Yo pienso por mi parte que el problema de la autoproclamada izquierda consiste en leer demasiadas imposturas y en aplaudir a impresentables sectarios. A finales del pasado mes de octubre, por ejemplo, tuvo lugar en una librería de la calle Sierpes de Sevilla la presentación del libro de José María Izquierdo Las mil frases más feroces de la derecha de la caverna. Tan elegante título lo dice todo sobre el contenido y la calidad del impreso. 

En sus páginas, criticar a Zapatero, desvelar el verdadero rostro del Rubalcaba o considerar la ONU una gigantesca ONG inútil y dispendiosa, son opiniones clasificadas de reaccionarias; término que el progre aplica por definición a los disidentes del pensamiento oficial obligatorio. Arropados por un par de representantes de la progresía local, el acto 'literario' habría resultado patético de haber tenido lugar tras el 20 de noviembre. Tempus fugit.

El 20 de noviembre, para matar la espera de los resultados electorales, leía yo el libro de Vila-Matas Dietario voluble cuya primera edición es del año 2008. Vila-Matas es un excelente escritor que opina mucho. Así, habla de los españoles «retrógrados» que quieren devolver el mundo a 1580 «de la mano del jefe de la oposición, un señor llamado Rajoy». ¡Vaya por Dios! Leo esto precisamente en el momento en que ese señor recibe el apoyo de la mayoría absoluta: más de 10 millones de votos de retrógrados reaccionarios. Opina el escritor sobre más cosas: Nixon era un «loco tramposo», sumido en el «caos alcohólico» que «pretendía volar el mundo por los aires»; y sobre Bush, mejor no reproducir las citas.

Vila-Matas tiene todo el derecho del mundo a exponer sus respetables opiniones, pero en la página 45 el escritor cuenta su llegada a Via Veneto «donde Fellini rodó La dolce vita», y a la casa donde había vivido «el conde Ciano, cuñado de Mussolini». Lástima: Fellini no rodó nada en Via Veneto, sino que reprodujo al milímetro la calle en los estudios de cine; en cuanto a Ciano, no fue cuñado del Duce sino su yerno. No es obligatorio saber dónde rodó Fellini ni quién era Edda la hija de Mussolini casada con Ciano; mas dan que pensar estos errores y ponen en cuarentena la solvencia de otros juicios del escritor.

«Mi única esperanza ante la crisis es un estallido social», acaba de decir José Luis Sampedro. Opinión responsable y moderada, qué duda cabe.

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